El abuelo fantasma, quiere a sus nietos

Leyenda de Yucatán. Hace muchos años, en esa casa se aparece el fantasma de un abuelo con la ilusión de jugar con los niños que habitan en lo que él le llama su hogar, cree que son sus nietos. Este deambula en las recámaras de los niños, cambia de lugar sus juguetes y los pone junto a ellos cuando están dormidos a veces han despertado y lo ven junto a ellos sonriente, que les ofrece un juguete.

Él desaparece y los niños a gritos salen de la habitación; en las apariciones algunas veces se ve sentado en la silla de la cocina tomando chocolate caliente (porque han visto hasta el humo que sale de la taza), también se le ve sentado en el sofá de la sala siempre sonriente

Solo quiere vivir en paz con sus nietos

Los dueños de la casa han llevado a un espiritista, quien habló con el fantasma del abuelo y le dijo que esa es su casa y que nunca se va a ir de ahí y que no se atrevan a sacarlo por que voy hacer esto, y empezaron a caerse los cuadros que estaban colgados en la pared, la lámpara del techo se vino al piso, los trastes que estaban en la mesa fueron lanzados a la pared, el espíritu insistió que nunca les haría daño solamente quiere vivir en paz con sus nietos.

El fantasma cree que todos los niños que entran a la casa son sus nietos.

Se dice, que es inofensivo, ya son dos familias que han vivido en esa casa muchos años y han podido convivir con el fantasma

Se cuenta, que el fantasma del abuelo es don Ignacio ya un señor cansado, viejo, arrepentido quiso regresar con su familia que él había abandonado muchos años atrás, su esposa había muerto solamente tenía a su hija, ésta lo odiaba aunque no lo podía ver le aceptaba todos los obsequios que le daba el viejo.

La hija se casó y él le compró una casa, que el terreno era muy grande y que al final construyó una pequeña casita donde el anciano vivía solo, la hija se fue a vivir en esa gran casa pero no permitía ninguna relación con su padre, la mujer tuvo hijos, don Ignacio no podía acercarse a ellos y él quería abrazarlos y jugar con ellos nunca lo pudo hacer hasta que murió de tristeza.

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