La maldición de Don Hernan

En la época de la colonia el contrabando era una actividad en que muchos hombres se enriquecieron con jugosas ganancias, todavía así muy ricos querían más, esto le pasaba a Hernán Valladares un rico hacendado, por influencias y conocidos se enteró de un traslado de cargamento de oro que para llegar a su destino tendría que pasar por esa ciudad.

Leyenda de México. Para alejar a los ladrones, la operación era en secreto, don Hernán sabía la hora y la ruta del carruaje lleno de oro, contrató una banda de rateros y asesinos el jefe de la banda se comprometió traerle el cargamento.

Don Hernán cuando regreso a su hacienda descubrió a su hija en brazos de Álvaro uno de sus criados, se enfureció y a empujones lo saco de su propiedad y maldiciendo; -te deseo lo peor de las desgracias por enamorarte de mi hija, tu no eres digno de ella, le prohibió acercarse a ella y que no entre a sus tierras.

Álvaro triste se fue a la cantina y dio la casualidad que ahí don Hernán cerró el trato con el bandido, dos parroquianos invitaron a beber a Álvaro pues lo vieron llorando, al instante el jefe de los maleantes les dio una señal e inmediatamente, salieron del bar, vieron el carruaje muy austero, así como lo describió don Hernán. Se refrescaron los caballos del carruaje el cochero y sus ayudantes compraron algunos víveres y el carruaje prosiguió su camino en la zona boscosa, los bandidos aprovecharon los interceptaron y ordenaron bajar el cargamento, fueron muchos los costales que juntaron cerca de un árbol, los asesinos no dejaron huella del asalto tiraron el carruaje en el precipicio y mataron a los hombres.

No había rastro del oro

Pasaron dos semanas, que no se sabia del oro ni de los bandidos, la noticia del robo del gran botín recorrió todos los rincones, muchos hombres se pusieron a buscar el tesoro pero ninguno logró su objetivo, no había rastro del oro.

Dos amigos regresaban de parranda, temían que les cayera la noche en medio del bosque lo que intentaban caminar rápido a pesar de estar bien borrachos, uno de ellos vio algo que brillaba en la oscuridad y se acercó, bajo sus pies se movieron unas rocas el hombre las quitó, para ver que había debajo, un gran pozo oscuro, acechó y lo que vio lo dejó paralizado por unos minutos, corrió donde estaba su amigo y le dijo que acaba de ver el infierno.

Una sensación se apoderó de él, se le puso los ojos en blanco y dirigió a su amigo a la boca del pozo y lo incitó arrojarse y lo hizo, el amigo vio unos seres espectrales que eran los bandidos desaparecidos y no pudo huir y corrió con la misma suerte.

Don Hernán no sabía nada de nada estaba de mal humor, creía que los bandidos se burlaron de él, se enfilo al bosque por la noche para buscarlos, llegó a la guarida de los asesinos, vio un resplandor como de una fogata, y se dirigió hacía allá, don Hernán pensaba que se estaban dividiendo las ganancias, y escucho un quejido, cuando volteo a ver de donde venían los ruidos, se encontró unas figuras descarnadas que lo rodearon, no creía lo que sus ojos miraban todo empeoró cuando un espectro comenzó hablar. – usted es el culpable por maldecir a este hombre- Don Hernán se percató que era Álvaro el espíritu que señalaban, recordó las palabras que le dijo “te deseo lo peor de las desgracias por enamorarte de mi hija, no eres digno de ella”, uno de los espectros le dijo que el día que se les unió Álvaro ese día perdieron la vida, el descarnado le exigió a don Hernán romper la condena, desenterrado el tesoro y devolverlo , así sus almas dejarían de penar, el hacendado accedió y los fantasmas desaparecieron. Don Hernán se percató de las miradas de la gente que lo veían pasar con un semblante aterrado, cuando llegó a su casa, no pudo dormir en toda la noche no quería ni cerrar los ojos recordaba a los fantasmas, cuando llegó el amanecer el hacendado estaba más tranquilo y se recriminó su comportamiento tan cobarde de la noche anterior.

La avaricia se hizo presente otra vez

Quería apoderarse del tesoro y se le olvido la promesa que le hizo a los espectros, pensaba , debo ir por el oro al fin ya están muertos, se encamino al bosque para desenterrar el tesoro, escarbó y escarbó, levanto rocas y ninguna pista, cansado regresó a la hacienda, al intentar abrir el portón un grupo de seres espectrales lo rodearon, uno de ellos lo azotó contra la puerta, que merecía más por haber faltado a su promesa les suplicó una última oportunidad se negaron por ser una persona no confiable, la gente observaba como el hacendado parecía volar, y como se aporreaba en el suelo, como giraba como si estuviese en un torbellino, nadie se atrevió ayudarlo, la gente corría a guardarse en la iglesia o en las casas al ver y oír gritar desgarradoramente a don Hernán. Después apareció el cuerpo inerte del señor los pobladores evitaban caminar por ahí.

Cuenta la leyenda; las almas vagan en pena debido a que el tesoro no ha sido encontrado, porque la maldición de don Hernán hacía Álvaro persiste según hasta nuestros días.

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