La Ermita, el rumbo más bello y colonial de Mérida.

¿Qué es una ermita? Es un templo que se levanta afuera de los pueblos, para los ermitaños, es decir, para la gente que le gusta vivir lejos, del ruido y de sus tentaciones, viven de forma simple muy apegados a la naturaleza, piensan que lograran la salvación divina. La Ermita de Mérida y el barrio, en que fue edificada se le considera con mucho valor arquitectónico como histórico,

Leyenda de un rumbo de Mérida. Fue hecha en la época colonial por un ermitaño de apellido González Ledesma, el pagó la construcción y vivió en ella, lejos de la ciudad que tenía sus vicios. A la Ermita se le denominaba Nuestra Señora del Buen Viaje se hizo en el siglo XVII.

Su historia oral, con los más longevos vecinos del barrio de San Sebastián dicen que la Ermita en el atrio tiene una palmera y dos más en las escaleras, su nombre era Nuestra Señora del Buen Viaje era el paso obligado de mulas y carruajes hacía el principal puerto de San Francisco Campeche ahí rezaban los viajeros que era una aventura llegar hasta ahí. De lado sur un cementerio antiguo y también un campanario.

El célebre Camino Real era el más frecuentado

El gobernador Don Lucas de Gálvez, lo mandó hacer hay una placa empotrada de esa época en el arco de San Juan que da fe a este acto, calle 64 es la que te lleva a la Ermita pasando unas cuadras, posterior se construyó el cementerio general donde antes era una hacienda.

En una época fatídica para Mérida, por el puerto de Campeche llegó la epidemia del cólera; la Ermita el clero se adueñó y la llamaron La Ermita de Santa Isabel, con el tiempo el Camino Real se empezó a llenar de viviendas de paja por los viajeros.

Empezando el siglo XX pavimentaron la 64, era la puerta de la Ermita por la 75 llamado “Punta Diamante” el rumbo ya estaba incorporado a la ciudad, había muchas tiendas de abarrotes, “El Clarín”, “El Elefantito”, La Nacional (fábrica de cigarros). En esa época se inauguró un establecimiento confortable muy moderno, una pensión de abolengo contaba con baños de regadera (adelantada en su época), con bar, piscina, restaurant, solo hombres lo visitaba, lo que prestaba a suspicacias era “El Harem”, paso los años y se convirtió en una casa de vecindad.

Aquí en la Ermita nació el platillo nacional

“El Panucho” decían; que un señor que le decían “don Ucho” tenía un puesto de comida el vendía pan con frijol con verduras a los viajeros, pero su fama subió, mucha gente ya venía aquí a la Ermita a comprarlos el “pan de don Ucho”, al poco tiempo quedó panucho.

También hay otra versión en la misma plazoleta un puesto de Doña María de la Cruz Basto hacía panucho y el salbut (amigos foráneos no es salbute) de consistencia suave sin frijol, aquí acudía gobernadores, políticos y la sociedad de Mérida.

Épocas más cercanas, el paso de la Ermita y San Sebastián era un lugar de perdición de excelencia (segunda mitad del siglo XX) abrieron muchos centros de “salud” El Jacarandas. En el barrio de San Sebastián es donde se encuentra La Ermita. Hablamos ahora de bravos jóvenes, que les gustaba las trompadas callejeras como deporte, nadie podía entrar a enamorar alguna chamaca sin antes de pasar el examen de los madrazos. Otra peculiaridad de estos jóvenes, fuera de San Sebastián, en pleitos callejeros nada de trompadas y patadas si el rival se encuentra en el suelo, “los sansebastianeros eran expertos de tirar patadas a tutiplén en las peleas, eran muy temidos por los meridanos. Si alguien tenía un problema con un joven de ahí, existía la frase,” No te pelees con él, es de San Sebastián ¡ son expertos en patear!”. Incluso hubo una obra de Teatro Regional que se llamó “Los pateadores de San Sebastián”.

Estos son, algunos aspectos que envuelven la personalidad que es la Ermita.

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