Leyenda de Zacatecas.- “El árbol del amor” todo el tiempo es verde y frondoso, es de una especie rara dicen que no hay otro ejemplar en todo el continente americano

Era el año 1850 un extranjero francés de nombre Philipe Rondé con admiración dibujaba la fachada del templo de San Agustín, a diario se sentaba en el jardín para admirarlo.

Una joven alegre de nombre Oralia vivía en una de las casas que daba al frente del jardín. Juan era aguador y pobre soñaba con tener dinero para poder conquistar a Oralia la amaba en silencio. Pero era consciente de su pobreza la veía muy lejana.

Juan la consideraba una estrella lejana.

Juan por las tardes, iba a las minas abandonadas para ver si encontraba plata, el vendía aguas con su burro y recitaba versos de amor cuando regresaba solo tenía la ilusión ver a Oralia a la que le entregaba agua para el jardín. Ese jardín está en el centro de Zacatecas es la plaza Miguel Auza especialmente el agua era para el árbol.

Oralia sentía un especial cariño por el aguador, pero Juan tenía un rival, Philipe el francés, ella se sentía confundida ante su presencia, este la colmaba de atenciones.

El francés, impecable con sus modales, pulcro al vestir, la ocupación de las tropas francesas fue 1864 ese visitaba a la familia de Oralia de quien se había enamorado, él y ella se sentaban a conversar junto al árbol del jardín que ella regaba a diario, Juan sufría al verlos juntos, comprendía las diferencias clases sociales que lo separaba de su amada.

Juan soñaba salir de pobre.

Soñando en encontrar una veta de plata que lo saque de pobre, todos los días escarbaba fuerte en las minas; al final llenaba los botes de agua y su burro los cargaba y se las daba a las familias, dejaba de último la casa de Oralia para verla un poco más te tiempo.

A la muchacha le caía muy bien el aguador lo esperaba con impaciencia para que le echara una mano regando su árbol, eso ya era una costumbre, en secreto se sentían enamorados como testigo su árbol.

A Oralia le gustaban los dos jóvenes.

En la iglesia Oralia lloraba, le pedía a Dios ayuda por su problema sentimental, salió y se sentó bajo el árbol y se decidió por Juan no le importó su pobreza, se lo comunicó al francés y al día siguiente se fue a su país.

En la mina Juan le daba duro y vio un brillo y continuó excavando para sacar el metal. Al otro día, el aguador estaba tan contento que ella le estampó un beso cuando estaban junto al árbol.

Juan, del metal encontrado ni se acordó, olvido todo lo que le iba a decir a la muchacha al ver caer racimos de flores del árbol que compartía su amor.

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