Eran dos plumíferos cerca de la ventana, un loro parlante y un gallo, impuestos a un celibato por sus dueñas, parece que una noche el gallo incomprendido le dio un picotazo en el ojo y lo dejo “chop” al loro, creo que quería con él. Dos damas Purita y Pepita, eran las dueñas. Otra noche le asestó otro picotazo y lo dejó ciego. Hasta que un día amaneció bien tieso.
Leyenda de Yucatán.- Era el siglo XVIII, donde se formaba las calles de Chuburna y Santa Lucía había una casa baja (62x55) ahí vivían unas señoras de edad respetables estas damas cada semana tenían que confesar sus pecados sino, no podían comulgar el Domingo.
Estas señoras eran dueñas de un loro y un gallo, el loro parlante en su jaula pegado a la ventana de la calle saludando a todos. “Buenos días, buenos días, buenos días”. Estas dos aves no estaban conformes con su celibato impuesto por las dos mujeres, le pesaba más al gallo, en cuanto al lorito se pasaba ingiriendo chocolate y frutas de la temporada suministradas por las señoras.
El loro tenía un solo ojo se lo había extirpado el gallo de un picotazo en una crisis de nervios, a la hora de dormir los cuatro se dirigían a la habitación los plumíferos en su lecho colgantes y tenían su cesta si querían bajar y ahí reposaban.
En una de esas noches el lorito se dirigió al gallo y este molesto le dio un picotazo perdiendo el otro ojo, las buenas mujeres lo atendían durante el día, lo seguían atendiendo celosamente pero ahora a todos los que pasaban les decía; Buenas noches…buenas noches… buenas noches, como eran ya varios años en esa época ya le decían “la esquina del loro”.
Purita y Pepita procedieron a la inhumación, la jaula vacía cerca de la ventana, todos los vecinos preguntaban por el plumífero, así paso el tiempo hasta que un día la jaula la ocupó un loro de madera igual que el anterior.
Pasaron los años vendieron la casa, los nuevos dueños pintaban la jaula y al loro por eso se llamó “La esquina del loro”.
Yyy ya.
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