Leyenda de las calles del Reloj, que antes eran de de los Monasterios ahora Republica de Argentina. La de Empedradillo se llamó Cereros, hoy Monte de Piedad. Muchos trabajadores había en el enorme patio de Palacio, y muchos frente a él, Plaza Mayor. Sobre golpes y cinceles sobre piedras, ponían finas molduras.
Leyenda de Mexico. Algunos en silencio, otros conversaban o cantaban y así iban afinando el tallado de piedras perfeccionándolo. El Virrey Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas conde de Revilla Gigedo, reedificaba el ancho Palacio Virreinal, se le iba a dar un aspecto más noble, más señorial, quitándole el aspecto de caserón destartalado. Allí estuvieron las casas nuevas del Emperador Moctezuma, que Carlos V le dio a Cortés, por cedula fechada el 16 de Julio 1529 , le dio casas y terrenos al Conquistador edifico su casa grande y magnifica que luego FelipeII compró 1562 en treinta y cuatro mil castellanos a don Martín, hijo de don Hernando, para destinarlas las residencia de los virreyes.
Se veía sombrío con sus toscas rejas carcelarias pero al reedificarse se acabo esa apariencia, después de que una plebe enfurecida la incendió el 8 de junio de 1692. Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas quería que esta inmunda casa sea algo suntuoso, digno al Rey de España, no cesaba en encargar cosas y proyectos adecuado a sus deseos.
En el Real Palacio lleno de obreros y andamios tupidos, infinidad de carpinteros labraban maderas olorosas, herreros forjaban barandales y rejas, en el patio y en la Plaza Mayor. Poco a poco dejaron de sonar los martillos y cinceles, los albañiles, herreros, se fueron alejando. Se desarmó el andamio y las obras se habían terminado, El virrey de Revilla Gigedo se sentía satisfecho.
Desde que entró a gobernar la Colonia el Virrey el 9 de Julio1746, vio una campana arrinconada en uno de los corredores, años hacía, estaba cubierta de polvo y verdín, reinaba Carlos V cuando llegó a la Nueva España esa campana. Revilla Gigedo la examinó minuciosamente como todo, era de buen tamaño y artística en su hechura a manera de asa para colgar, tenía una alta y labrada corona imperial entre dos leones tenantes de rizada melena y retorcida cola, a un lado, finamente cincelado muy grande el escudo de la casa de Austria, sostenido por el águila bicéfala y el lado contrario un Cristo crucificado entre la Virgen MarÍa y San Juan con un cáliz en la mano y María Magdalena arrodillada llorando con su cabellera larga y revolante.
En la parte baja, una doble orla y escritas palabras latinas de la Salve terminadas con; Maese Rodrigo me facit, 1530. La mando a levantar el Virrey, apenas la podían levantar cuatro hombres. No tenía badajo, el Virrey mando que se le hiciera el badajo nuevo con buenos metales, para ponerla encima del reloj incrustado en la torrecilla de la fachada del Real Palacio. El Reloj fue el primero que existió en México, estuvo colocada en las casas de Gobierno, casas que eran de Hernán Cortés, las renombradas casas de Moctezuma, ahí estuvieron los primeros Virreyes. El 27 de Enero de 1562 se trasladó el antiquísimo reloj en un simple cubo de piedras labradas que se le formó una corniza y el fue que le dio el nombre de las calles y corren de sur a Norte.
En esa esquina de Tacuba y Empedradillo se hallaba el palacio de Axayácatl en el que Hernán cortés y sus tropas se aposentaron cuando llegaron a México, estuvieron sitiadas antes de emprender la desastrosa salida de la Noche Triste. Ahí estaba la tortuga de piedra, Téayotl, la tortuga divina, en donde fueron echados los cadáveres del Emperador Moctezuma y los demás señores a quienes se les dio muerte ignominiosa dentro del cuartel español.
Un viejo pendolista dijo al secretario del virrey que lo comunicara con su Exelencia, — que aquella antiquísima campana estaba en México desde hace muchos años, extinguiendo un merecido castigo que se le impuso en España, y que no solo ella había sido la única enviada en virtud de sentencia a estas Indias, sino que también en la iglesia de la Compañía de Pátzcuaro, había un reloj desterrado por Carlos V, porque su campana, no quería dar las horas como era su obligación-.
El Virrey se puso a revisar los expedientes polvorientos y amarillentos, y se puso a leer lo de la mentada campana, la lectura lo entretuvo como un cuento fantástico, a pesar de la confusa letra.
En un tranquilo pueblo castellano, estuvo esa mentada campana, una noche el vecindario dormía, todo apacible, cuando empezó sonar desaforadamente, como anunciando un gran peligro, salió toda la gente alarmada a medio vestir muchas, corrieron a la iglesia a preguntar que pasaba. La campana seguía con su toque acelerado, ni el cura , el alcalde, los alguaciles, sabían a que se debía el repique tan precipitado a deshoras. Rompieron la puerta de la torre que estaba cerrada con llave y volando se subieron las escalerillas hasta llegar con mucha curiosidad. La campana dejó de sonar, todos se espantaron al ver que no había nadie en el campanario, ni un alma viviente, “a excepción de un gato pero este no pudo tocar la campana”.
La noticia corrió a la plaza y el pánico llenó a todo mundo. Se volvieron a examinar bóvedas, torre sin que quedase sitio sin indagar. El demonio fue, el que dio el violento repique. Todas las manos hacían la santa cruz, con las caras pasmadas de miedo.
Al día siguiente, el alcalde dio una información larga, en que declararon hoja por hoja e infinidad de personas todas de arraigo y calidad, se demostró que la campana sonó sola, que el campanero no pasó la noche en la iglesia, ni tampoco en el pueblo fue a un baile de una boda en el pueblo colindante.
Este suceso fue el más trascendental que había tenido el pueblo en muchos años, el alcalde no podía fallar, por más que meditó y le dio empeñadísimo vueltas remitió por prudente consejo del cura, la información al a Corte y que ahí se ventilara ese negocio, y el corsario la llevó con muchas precauciones y cuidados.
Ya el expediente después de muchos días, estudios produjo un extenso y formidable dictamen “vinieron los jueces en acordar y acordaron en mandar y mandaron”.
I -Que se diera por nulo y de ningún valor el repique de la campana.
II –Que a ésta se le arrancara lengua o badajo, para que en lo sucesivo no osase sonar motu propio y sin auxilio del campanero.
III-Que saliera desterrada la dicha campana, de aquellos reinos, para las Indias.
Se cumplió la sentencia, que llenaron pliegos de papel, y vino a dar a México la famosa campana y paro en un rincón del Palacio Virreynal, en donde se le veía “con admiración y respeto” los años los cubrió de polvo hasta que aquella tarde la examino el virrey de Revilla Gigedo.
Su Excelencia mando que se hiciera un arquillo encima del cubo en que estaba el reloj, y que allí se colgara, para que no estuviese como inútil desperdicio en aquel rincón, pero que no se le pusiera el badajo, que él había ordenado antes que se le colgara, para no contravenir lo dispuesto y mandado por las reales órdenes de España.
La campana desterrada no se quitó de Palacio sino hasta 1867, en que don Benito Juárez dispuso que se fundiera, que sé yo para qué objeto, pero en esta operación “se descompuso el metal”, ese fue el fin de la endemoniada campana, después de trecientos trei ta y siete años.
Historia, tradiciones y leyendas de calles de México. ARTEMIO DE VALLE- ARISPE
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