Leyenda de México, en el año 1659 llegó de Castilla a la nueva España, Enrique de Verona un escultor muy reconocido, venía contratado para hacer el altar de la Catedral de México; este artista dejó un compromiso amoroso en Cádiz, esta novia suspiraba por su regreso. Don Enrique de Verona era un mujeriego, tuvo muchas aventuras amorosas en México.
Ya concluido el trabajo encomendado y con muy buena paga, empezó a preparar su regreso a España, pero una mañana en la calle vió a una joven que se le cayó el pañuelo, antes de que ella se inclinara a recogerlo él corrió, lo levantó y se lo dió con mucha cortesía, al verse de frente ambos se enamoraron, fue un amor a primera vista.
El escultor atrasó su regreso con el pretexto de que tenía que acomodar con alguien el gato que le hacía compañía mientras vivía en México, eso le dijo, "a su novia de compromiso", pero nada, mantenía amores prohibidos con la muchacha de la que se había enamorado, su nombre Estela de Fuensalida ésta era la novia de un de un hombre maduro, don Tristán de Valladares del cual éste sentía mucha pasión por ella y ya tenían fecha de matrimonio.
El vejete tampoco se casó con el amor de su vida, don Enrique y Estela se casarón, don Tristán de Valladares solo pensaba como vengarse de la burla y la humillación de que fue objeto.
Pasó el tiempo, el matrimonio tuvo un hijo; a finales de Diciembre 1665 llegó don Tristán sigilosamente entró por la barda de atrás e incendió la casa de ellos, mucha gente los ayudaba apagar el fuego; dentro de la casa en llamas los padres buscaban al niño y no lo encontraban, sentían desolación por no verlo, por poco mueren abrasados; en un momento en que los dos ya estaban en la calle fuera del fuego tenían la esperanza de que el niño estuviera a salvo, fue inútil ni vivo ni muerto.
Estela estaba como loca, iba y venía por las calles mientras la casa en ruinas estaba echando humo, ella gritaba;¡ Madre mía, devuélveme a mi niño perdido¡, en ese momento, no lejos vió a don Tristán que debajo de su capa tenía un bulto escondido, corrió hacía él y se le abalanzó, el criminal tenía al niño, ella, Verona y otros se precipitaron a quitarle al niño.
se cuenta; la gente que vio llorar a Estela por su hijo desde entonces que desde aquella época esa calle los vecinos le llamaban la calle Del Niño Perdido.
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