Los frailes Agustinos querían que el Rey les regalara la calle del Arco porque ya eran muchos y estaban muy incomodos y por otro lado los vecinos de esa calle no querían pues tenían que vender sus propiedades a estos santos varones por una suma irrisoria. Hasta el rey se quejaba del gasto excesivo que tenían. Ellos tenían muchas influencias para conseguir lo que querían.
Leyenda de México. El 7 de Junio de 1533 llegaron a México los padres Agustinos, su templo se estrenó en el año 1587 con festejos magníficos, un incendio acabó con su iglesia y en el año 1692 se terminó la segunda iglesia, preguntó asombrado el rey Carlos II ¿Acaso los muros son de plata? Por el gasto excesivo de la construcción.
Una manzana completa era la iglesia y el convento, había novicios que entraban a la Orden, quisieron construir un pasillo sobre un arco que uniese las dos casas, solicitaron permiso a las autoridades, y se hizo sobre un ancho macizo y alto arco de piedra un pasaje que tenía ventanas por los dos lados para que “sus reverencias los frailes crucen con comodidad la calle sin molestarse en bajar para atravesarla”.
Le pidieron al Virrey don Gaspar de Zúñiga conde de Monterrey, que les diera toda la calle del Arco para cerrarla porque tenían urgente necesidad de agrandar la enfermería, el hospedaje de los novicios y profesores, querían un patio para hornos de pan y hacer una espaciosa antesacristía.
Los residentes de la calle del Arco y de las colindantes se enteraron, hicieron un largo escrito al ayuntamiento, los vecinos también hicieron otro escrito en el que decían que si accedían cerrar la calle, a él y solo a él, le exigirían el pago de daños y perjuicios.
El Nobilísimo ayuntamiento fue a la calle del Arco y al convento para ver si los frailes tenían razón o no, lo que pedían. Irritados estaban los dos bandos, unos estaban de acuerdo con los frailes y otros con los vecinos.
Los vecinos apelaron ante la Real Audiencia, que los perjudicarían enormemente, los que vivían en la calle del Arco ¿Cómo iban a salir si cerraban? Se les obligaría vender sus casas a los frailes por un precio irrisorio que “estos santos varones querían apoquinar”.
Los agustinos alegaban que ellos eran ciento treinta, incomodos en pequeñas celdas además de cuarenta sacerdotes para dar misas en las iglesias y el convento era su casa, además abrían las ventanas y la calle era una vía de mucha gente que da para ir a los mesones y se escuchaban voces de afuera con conversaciones inapropiadas para los castos novicios y los gritos continuos de los oficiales, la música de los vecinos que estos eran los más escandalosos de la Nueva España, no tenían paz estos religiosos y eso les ocasionaba perjuicio a su iglesia.
También los vecinos dijeron que era una calle importante que pasaba la acequia de Xochimilco y llegaba al convento de San Juan de la Penitencia era una vía céntrica a dos calles de la plaza mayor, era el paso para ir al matadero, ir al tianguis de San Juan por ahí pasaban los mercaderes que introducían sus cargamentos que llegaba de Castilla, de Acapulco y del Perú.
Los Agustinos suplicaron al monarca que se pongan de su lado, hábilmente entretuvieron el lio por mucho tiempo para que su majestad proveyese a su favor, le escribieron que les hiciese el donativo de la calle del Arco, además hallaron con su dinero buenos padrinos cerca del soberano para favorecer su petición.
*“El Rey”
“Presidente y oidores de mi Audiencia Real de la ciudad de México de la Nueva España, en mi consejo de las Indias se ha visto que me escribisteis en carta de doce de Diciembre del año pasado de 1602 y la planta y traslado del proceso que me enviasteis acerca del pleito que se ha seguido entre el convento de San Agustín de esa ciudad y algunos particulares de ella sobre cerrar una calle, y decís que habiéndose visto el dicho pleito por toda la Audiencia y ocularmente la calle y sitio que pretender tomar y cerrar los frailes, y atentamente salió sentencia contra los frailes, declarando no haber lugar al cerrarse la calle y que estaba pendiente y concluso para determinarle en vista. Y aparecido bien lo que en esto habéis hecho y determinado y que no conviene dar lugar a otra cosa y así lo haréis y avisaréis de que está remediado y proveído así. Yo el Rey –rúbria-.
*Los padres agustinos se callaron, masticaban enojos en secreto, ya no dijeron “ni tus ni mus” a regañadientes aceptaron el real mandato de Su Majestad Católica don Felipe III y al fin se resignaron en las manos de Dios. De buena gana abrazaron la sentencia los vecinos y más aun los que tenían sus casas en la “calle del Arco”.
Durante varios días no durmieron en paz los religiosos, los vecinos para festejar pusieron música constante, estallidos de cohetes, cantos alegres, y en los oídos púdicos de los novicios entraron frases quemantes que casi se los achicharraron y a todos les turbó la serena quietud en que estaban en el estudio de sus arduas teologías o soñando en las inefables delicias de la gloria.
*Párrafos del texto, Compendio de Historias Tradiciones Leyendas de las Calles de México.
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